14 de Noviembre del 2022
por Benedictinos
Evangelio
Lc 20, 27-38
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?"
Jesús les dijo: "En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.
Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven".
Palabra del Señor.
Homilía 06 de noviembre de 2022:
Queridos hijos en el espíritu de N.P. San Benito y el Señor Jesús:
Hoy el tema central del que nos habla Cristo es la resurrección. Y para esto hay una relación entre el matrimonio y la trascendencia de la carne que nos hace vivir.
En la relación de una pareja entre hombre y mujer suele buscarse una forma de amar para toda la eternidad. Y así encontrarle sentido a la vida. Hoy un hombre o una mujer pueden sentirse realizados o frustrados según el amor eterno que le hace sentir la otra persona.
En la historia matrimonial podemos señalar dos formas de vivir: la primera, de nuestros padres, donde lo más importante era la capacidad de la mujer para tener y criar hijos y del hombre la fortaleza de trabajo para sacar adelante a la familia. En la actualidad, el esposo y la esposa son movidos por la belleza física y la satisfacción sensible del amor. En ambos casos la infidelidad que es un problema grave contra la resurrección daña la entrega.
Hoy el Señor Jesús habla de cómo la trascendencia del amor en el cielo ayuda a comprender mejor al matrimonio Dice “en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio…ya serán como ángeles”. Esta es la tesis central del Señor Jesús hoy. Y es que hay un problema muy grande entre el amor hacia la otra persona y el reconocimiento de Cristo como ser viviente. Solemos tener una imagen de Jesús como un pensamiento o sentimiento débil, incapaz de reconocerle como un ser vivo entre nosotros. Cuando le oramos o pensamos en Él lo tratamos como un Dios lejano, ajeno a mi cuerpo actual. Por este tipo de concepción y espiritualidad superficial nos atrevemos a pecar contra el cuerpo de los demás. Porque no vemos en ellos una carne del cielo.
Si en verdad crees que Cristo está vivo en cada Sta. Misa, en cada oración e incluso mirar la creación te bastará para conectarte con las cosas eternas. Tu esposa y esposo, tus amigos, tu quehacer diario tendría un peso inigualable. Porque tu alma aprende a concebir a Jesucristo como el viviente que trae vida a todo.
En conclusión. Tenemos dos caminos. Uno, concebir el matrimonio o la vida monástica sólo desde lo finito. Mirar la carne por su pecado, es decir, mirar sólo los problemas, lo límites, las imperfecciones de los demás, lo que me hace saduceo, ¿has cometido pecado de saduceo? ¿Es decir, valoras a tu esposo, esposa, a tus hermanos en la comunidad sólo desde lo terrenal? Esta es una conducta moral insuficiente para ser cristianos y monjes que va contra la resurrección. El segundo camino es el que deja ver hoy el Señor Jesús: valorar la vida desde la resurrección. Y para esto debes tener un amor a Dios más allá de tus amores aquí en la tierra. Si nutres en tu alma el amor a Cristo resucitado entonces podrás mirar a los demás con esa fuerza y dinamicidad de la eternidad, te darás cuenta de la vida angelical aquí en la tierra. Pero, si acostumbras a tu alma al engaño del amor por la carne terrena no pasarás de ser una persona que sólo se queja de los demás y nunca tiene ojos para el cielo.
Queridos hijos e hijas en el Señor, creer en la resurrección es percibir cómo Jesús vive entre nosotros, cómo celebra la santa misa, como es el dueño del aire que respiras. Creer en la resurrección es percibir su mirada, su aprecio, su cariño, así te animaras día a día a vivir plenamente. Sabiendo que tu existencia no se dirige a un final sino a un comienzo siempre nuevo que te lleva al cielo. Con razón decía un sabio la eternidad no tiene que ver con el tiempo sino cómo amo yo a Señor Jesús en mi propia carne, en mi propio cuerpo y lo más profundo de mi alma.
Gloria al Padre...
Abad Hildebrando OSB