28 de Octubre del 2022
por Benedictinos
Evangelio
Lc 18, 9-14
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás:
"Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias'.
El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: 'Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador'.
Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido''.
Palabra del Señor
Homilía 23 de octubre de 2022
Queridos hijos e hijas en el espíritu de N.P. San Benito y del Señor Jesús:
Hoy Dios devela un tema muy delicado que acontece en nosotros: La cuestión de la “pureza falsa”. Es un pecado que se da con mucha astucia y necedad. La “pureza falsa” son varios pensamientos en nosotros para justificar una cierta inocencia ante Dios y ver como culpable a los demás. Es un pecado que está por donde sea, en las familias, en los amigos, novios, papás, en la vida monástica, y en toda la sociedad. Es un pecado que se esconde en lo profundo del corazón. No es un pecado que se deje ver tan fácil. Cristo lo revela en la misma oración, en la forma cómo ora el fariseo quien juzga al publicano. Por lo tanto, es la oración la que da a conocer este pecado muy oculto en nosotros. Esto nos recuerda aquella oración de Caín a Dios que develó su envidia y homicidio por su hermano Abel, y hoy el evangelio nos hace ver algo parecido entre el fariseo y el publicano, ya que en su manera de orar el fariseo devela un fratricidio en su crítica moral y destructiva. ¿No te estará pasando lo mismo?
La oración hace ver las intenciones buenas y malas que hay en cada uno. Con frecuencia la gente se acerca a nosotros y nos pide oración por una específica necesidad o un deseo que desean satisfacer, así, rápidamente nosotros conocemos y sabemos qué es lo que esta ocupando el centro de su vida en la actualidad. Lo más importante aquí es que te des cuenta cuándo oras con “falsa pureza” que es lo mismo que la soberbia. La soberbia viene de hiperfhanía (Cfr. Evagrio Póntico, sobre los ochos espíritus malvados). Significa exceso de ti mismo, una apariencia de lo que tú eres, una farsa de la que te enamoras, y que erróneamente has dado el valor de “verdad” en ti. Te vuelves esclavo de la fantasía, esclavo de toda mentira que hay en ti, y esto te convierte en necio, intolerante con los demás, y te hace practicar una religión hipócrita.
El gran problema de esta “falsa pureza” es que no te quieres dar cuenta de tu soberbia. Cuando alguien intenta decírtelo rápido no dejas que termine de hablar o reaccionas con enojo y contrargumentas. Esta es una actitud típica de la “falsa pureza”. Se da en los matrimonios, amigos, novios, monjes y sacerdotes. Es una enfermedad del alma que desagrada rotundamente a Dios.
Un signo de verdadera pureza la encontramos en la Virgen María, San José, N. P. San Benito y en Sta. Escolástica. Quienes eran personas silenciosas. Es decir, no amaban la mentira en ellos, sino la verdad, porque Cristo es la verdad, “Yo soy la Verdad…” (Jn 14, 16).
Se dice que la tentación más fuerte con que tentó el demonio a S. Benito fue atacarlo con imágenes en el que le representaba el “placer de enamorarse de lo falso de sí mismo”.
Queridos hijos e hijas en el Señor, la Palabra de Dios hoy es muy sencilla y clara: No te apegues ni te enamores de lo falso que hay en ti. Mira tus pensamientos y la imagen que tienes sobre ti mismo: ¿qué ves? ¿Cómo te representas, cómo te autodefines? El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias (Sirácide 35,15 ss). Si quieres alcanzar la verdadera pureza del alma tienes que ser muy honesto y valiente contigo mismo y exponer con desnudez la conciencia de lo que eres ante Dios. Deja que el Señor mire tu alma tal y como es, descubre tus tinieblas y véncelas con la gracia de la luz que es Cristo. No te disfraces no te enamores más de lo falso, por ello decía un sabio No hay disfraz que pueda ocultar largo tiempo al amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay (François de la R.)
Gloria al Padre…
Abad Hildebrando Castro OSB